Industria cultural en la escuela critica.

 

El cuestionamiento de la pertinencia del concepto de Industria cultural, a la hora de pensar los fenómenos sociales, ha acompañado este desarrollo teórico desde sus comienzos, dando lugar a un debate que se alimenta de los argumentos de quienes ven en los planteamientos de Adorno y Horkheimer una posición apocalíptica -para utilizar el término de Umberto Eco- que no está a la altura del presente, retardataria, ingenua o romántica.Lo anterior no es sin embargo gratuito. Adorno, al comienzo de su célebre ensayo Resumen sobre la industria cultural (1968), muestra que con este concepto no se pretende propiamente agradar a las masas, ni por supuesto a quienes las administran, o dar gusto a la marcha de los tiempos, sino, por el contrario, erigir tanto en el plano del concepto como en el de la praxis, una conciencia crítica, mayor de edad en sentido kantiano, que esté atenta a los riesgos que, en términos de dominación y alienación de los individuos, comporta dicho modo de organización social. Es por lo mismo que, a su decir, con este concepto él y Horkheimer han preferido sustituir al de Cultura de masas, precisamente para: “Evitar la interpretación que agrada a los abogados de la causa: que se trata de una cultura que asciende espontáneamente desde las masas, de la figura del arte popular” (1968: 295). Esto implica que dicho concepto no pretende ser la denominación de una cultura que va consolidándose de abajo hacia arriba y ante la que, por lo tanto, podría celebrarse una suerte de emancipación de las masas oprimidas. Se trata más bien de un instrumento crítico, cuya función es poner de manifiesto los efectos que sobre las masas, los individuos y su experiencia vital, el arte y la sociedad, ejerce el devenir mercancía de la cultura.


Completo en : Industria cultural

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