Agenda Setting: Aliada tácita de los dueños del poder y amos del lenguaje
Articulo de referencia
Agenda Setting: Aliada tácita de los dueños del poder y amos del lenguaje
Los dueños del poder, con un constante control de los medios de difusión o medios de información[1], son también los amos del lenguaje y se aprovechan de ello para condenar a sus contrincantes al silencio.
El poder y la política se deciden en el proceso de construcción de la mente humana a través de la comunicación. Y ello lo expresa claramente Manuel Castells, quien entiende el poder como “la capacidad estructural del actor social para imponer su voluntad sobre otros actores sociales”.[2]
Harold Laswell[3] concibió a los poderosos –la elite-como el grupo que tiene la capacidad de obtener el mayor provecho de los bienes y la destreza de manipular las masas, así como de tener el control de los símbolos y la violencia.
Peter Bachrach[4] también aportó lo suyo acerca de la elite política –la militar en el caso que nos ocupará en este trabajo– como la que “comprende a aquellos individuos que poseen la capacidad de gozar de un grupo de poder y autoridad, en la toma, o no, de decisiones que influirán significativamente en los valores de la sociedad”.
La agenda setting como mecanismo comunicacional, otro de los elementos a considerar en este material periodístico, ha sido traducida como “jerarquización de las noticias” (Mc Quail, 1985); “capacidad para el establecimiento de la agenda temática” (Saperas, 1987) y como “Canalización periodística de la realidad “ (Dader, 1989) y es utilizada por la prensa para decirle a la gente “que tiene que pensar”.
Los medios de información, en función de lo explicitado, han usado –y lo siguen haciendo- dicha agenda para seleccionar unos temas sobre otros, destacando algunas cuestiones y silenciando el resto.
Llegados a este punto y antes de sumergirnos de lleno en el uso de la agenda setting, para apoyar los comentarios que pondremos a consideración del lector, se impone definir la misma en primera instancia y para ello apelamos a un autor de reconocido prestigio.
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